Edmundo López Bonilla
Hasta la fecha tengo compilados unas cuarenta fichas sobre los “Días” y aparentemente puedo pasar el año escribiendo el artículo semanal basándome únicamente en el comentario de los días celebratorios o conmemorables, y aparentemente también, de hacerlo así, los escritos no “tocarían ni con el pétalo de una rosa” a los políticos de aquí de este aporreado México y los de fuera. Eso sucedería por ejemplo si solamente escojo. El Día del Niño (nacional e internacional) el Día de la Madre ; el Día Mundial de la Salud ; el Día de la Enfermera (nacional e internacional) y muchos etcéteras. Pero intercalados en esos días fastuosos, la mayoría son conmemorables y existen para recordarle a la humanidad hechos deplorables, en la esperanza, creo, que tales sucesos no se repitan. He tenido la precaución de asentar fichas que tengan justificación, por lo tanto he omitido las fechas dictadas por el consumismo, por ejemplo, el día del compadre y similares.
De los días que han quedado en las efemérides y en la historia mundial, el mes pasado se hizo recordación del 1° de mayo por la celebración mundial (excepto en la nación norteamericana), y del 8 de marzo por el Día Internacional de la Mujer; dos fechas que recuerdan hechos generados en ese país. El 12 de junio de cada año y desde el año 2002 se conmemora el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Y en el análisis del porqué de esta recordación mundial se inmiscuye el actuar político.
Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo-INEGI, (El Mundo de Orizaba 12 de junio de 2011) en México trabajan unos 3 millones de niños. De esta cantidad, el 66.9% son niños y 33.1% niñas. 3 millones de niños que parcial o totalmente han perdido el periodo que debió ser el más bello. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que a nivel mundial, la agricultura es el sector donde se encuentra el mayor índice de trabajo infantil: aproximadamente un 70 por ciento de moradores de áreas agrícolas. Más de 132 millones de niños y niñas de 5 a 14 años de edad trabajan frecuentemente de sol a sol en fincas y plantaciones, cosechando, plantando, pulverizando pesticidas y cuidando el ganado. La misma OIT calcula que en todo el mundo hay 215 millones de niños trabajadores, por lo tanto, 83 millones de esos niños desarrollan trabajos en núcleos urbanos y en procesos industriales. Trabajos “fáciles”, mal pagados, algunos de mucho riesgo para la seguridad personal o sanitaria.
He de hablar de nuestro ámbito. En la región —no es aventurado decir que en cualquier ciudad del país se dé la situación— proliferan niños indígenas vendedores: flores, hierbas medicinales, frutas, ocote saturado de trementina, alguna artesanía, o en la mendicidad franca. Las regiones marginadas expulsan a sus pobladores que se vuelcan en las ciudades y poco a poco los antes expulsados de asimilan al devenir citadino, pero mientras en el campo y las ciudades no se resuelvan los problemas económicos que causaron el problema, los niños cambiarán de aspecto pero seguirán con su niñez secuestrada y trabajando en lo que se pueda.
¿Por qué tiene que ser así?... ¿Quién ha condenado a esos niños y a sus padres a violar (en México) el Artículo 22 de la Ley Federal del Trabajo? Desconozco en cuántos países en el mundo exista una ley semejante. Un espíritu simple contestaría: “la necesidad” y le asistiría la razón. ¡Pero!… Aquí, forzosamente, debe hablarse del sistema económico y político. Ya resulta cansado, enfadoso, decirlo una y otra vez, precisar que nos han metido en la vorágine del Neoliberalismo con sus entes cobrones: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo y que esos organismos dictan “las políticas económicas” de los países del modo más conveniente para ellos y los políticos locales, unos por servilismo partidario, otros por mezquindad casi sin excepción, se han dejado amarrar las manos. Se supone que los organismos financieros actúan bajo la observación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE);
¿Pero qué es la OCDE? El documento de información www.oecd.org nos dice que:
“La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) es un foro único en donde los gobiernos de 30 economías democráticas trabajan conjuntamente para enfrentar los desafíos económicos y sociales de la globalización y al mismo tiempo aprovechar sus oportunidades. (…) La organización proporciona un espacio donde los gobiernos pueden intercambiar sus experiencias políticas, buscar respuestas a problemas comunes, identificar buenas prácticas y coordinar políticas locales e internacionales. Es un foro donde la presión que ejercen entre sí los países miembros, puede actuar como un incentivo poderoso para mejorar las políticas e implementar “leyes flexibles” – instrumentos no obligatorios como los principios de gobernabilidad corporativa de la OCDE – y puede en ocasiones conducir a acuerdos formales o negociaciones. (…) Los intercambios entre los gobiernos de la OCDE emanan de la información y el análisis proporcionado por el secretariado en París. Éste recoge datos, estudia las tendencias, analiza y provee previsiones económicas. También investiga los cambios sociales y desarrolla modelos de comercio, medio ambiente, agricultura, tecnología y asuntos fiscales, entre otros. (…) La OCDE ayuda a los gobiernos a fomentar la prosperidad y a luchar contra la pobreza a través del desarrollo económico, la estabilidad financiera, el comercio, la inversión, la tecnología, la innovación y la cooperación para el desarrollo. Esto está ayudando a asegurar que el crecimiento económico, el desarrollo social y la protección del medio ambiente se realicen conjuntamente. Otros propósitos incluyen la creación de empleo, la igualdad social, la transparencia y efectividad en la gobernación. (…) La OCDE está al frente de los esfuerzos para entender y para ayudar a los gobiernos a responder a los nuevos acontecimientos e inquietudes que se presenten. Esto incluye temas como el comercio, las reformas estructurales, la seguridad en línea y los desafíos relacionados con la disminución de la pobreza en el mundo en desarrollo. (…) Durante más de cuarenta años, la OCDE ha sido una de las fuentes más grandes y fiables de estadísticas comparativas y de datos económicos y sociales. Las bases de datos de la OCDE cubren áreas diversas como cuentas nacionales, indicadores económicos, fuerza laboral, comercio, empleo, migración, educación, energía, salud, industria, sistema tributario y medio ambiente. La mayor parte de los estudios y análisis que se realizan son publicados. (…) En la pasada década, la OCDE ha abordado una serie de temas económicos, sociales y de medio ambiente al mismo tiempo que se ha fortalecido en su compromiso con los sectores de comercio, sindicatos y otros representantes de la sociedad civil. Las negociaciones llevadas a cabo en la OCDE sobre los sistemas tributarios y la transferencia de precios, han abierto el camino a tratados bilaterales en materia tributaria alrededor de todo el mundo. (…) La OCDE reúne a un grupo de países con ideas similares. Esencialmente, el ser miembro de la organización depende del compromiso de un país hacia la economía de mercado y la democracia pluralista. Es una organización próspera ya que sus treinta países miembros producen el 60% de los bienes y servicios del mundo, pero no es de ninguna manera una organización exclusiva. A los países no miembros se les ha invitado a suscribirse a acuerdos y tratados de la OCDE. Así mismo, la Organización comparte sus experiencias y puntos de vista en temas de interés mutuo con más de 70 países como Brasil, China y Rusia y con otros países menos desarrollados de África. (…)
La lectura de esta declaración deja ver que el mundo está gastando de balde el presupuesto anual de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, que según el mismo documento asciende a “—alrededor de 330 millones de euros—” y que se distribuye entre 2000 personas: “economistas, abogados, científicos y otros profesionales” (sic), porque en los países “en vías de desarrollo” no se ve reflejado en la práctica el postulado: “enfrentar los desafíos económicos y sociales de la globalización y al mismo tiempo aprovechar sus oportunidades”. Lo prueba en México es la pobreza de más del 50% de sus habitantes; el atraso y la marginación campesina; la marginación y el olvido de los indígenas; los embates al sistema social y la organización sindical; la indefensión de los trabajadores; la desprotección que agobia a amplias capas poblacionales; el desastre educativo; la desintegración familiar.
Pero sobre todo el asunto que es causa de este artículo: el olvido gubernamental de su obligación de proporcionar los medios para una vida digna consignados en el primer párrafo del Artículo 25 de nuestra Constitución Política: “Corresponde al Estado la rectoría del desarrollo nacional para garantizar que éste sea integral y sustentable, que fortalezca la Soberanía de la Nación y su régimen democrático y que, mediante el fomento del crecimiento económico y el empleo y una más justa distribución del ingreso y la riqueza permita el pleno ejercicio de la libertad y la dignidad de los individuos, grupos y clases sociales, cuya seguridad protege esta Constitución”.
Y en este olvido llevan la mayor parte de las pérdidas, los tres millones de niños forzados a trabajar, y por lo tanto, damnificados directos. Seres que por su condición no pueden defenderse, carne de cañón en esta guerra desigual que es la sobrevivencia del más apto. No obstante, este problema no solamente atañe a nuestro país. En todos los países agobiados por la pobreza se mueven los ejércitos de esta Cruzada, que a diferencia de la conquista del Santo Sepulcro, luchan para conservar los privilegios y aumentar las ganancias del poder económico mundial. Descontando los tres millones de niños mexicanos obligados a trabajar, se mueven en sus afanes otros 212 millones de niños que inconscientemente desgastan su humanidad para satisfacer el hambre.
215 millones de niños trabajando en minas, talleres, ladrilleras, arrumes de basura para recuperar materiales, pequeñísimo comercio, o franca mendicidad. Y de esos niños, podríamos decir que son afortunados, porque acaso no han caído en las fauces del vicio y como consecuencia, candidatos a engrosar los batallones de sicarios a sueldo del narcotráfico. Como el reciente y desgraciado caso del “Ponchis”.
Los organismos financieros internacionales y sus aliados políticos autóctonos que operan en el mundo, cobran un rédito muy alto de sufrimiento y dignidad a los pueblos, pero especialmente a los niños.
15-16 de junio de 2011
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