Lorca
Ian Gibson
Hubo un tiempo en que esta palabra designaba para mí, casi exclusivamente, el segundo apellido del malogrado autor de Bodas de sangre. Luego descubrí que la familia de su madre era de Totana, villa murciana próxima a la que hoy atrae la condolida atención internacional, y me fui corriendo, a la primera oportunidad, hacia aquella comarca. Allí, hurgando en archivos de ambas localidades, pude documentar, por lo menos en parte, la historia de cómo llegó a Granada el abuelo de la joven que iba a dar luz en Fuente Vaqueros, un 5 de junio de 1898, al quizás mayor genio poético español de todos los tiempos. La joven era pobre y se llamaba Vicenta Lorca Romero.
García Lorca sabía que su apellido materno procedía de una población con importantes antecedentes hebreos. “Mi segundo apellido es judío”, manifestó rotundamente, y con evidente agrado, en 1933. Su identificación con las víctimas granadinas de la xenofobia desencadenada a partir de 1492 está en toda su obra. “Yo creo que el ser de Granada me inclina a la comprensión simpática de los perseguidos –dijo en 1931–. Del gitano, del negro, del judío… del morisco, que todos llevamos dentro”. Y, ampliando, afirmó que la “toma” de Granada supuso la ruina de una cultura única en el mundo y dio paso a una “tierra de chavico” que albergaba, en 1936, a “la peor burguesía de España”.
Me complace recordar aquí la sangre “lorquina” y judía del poeta. E imaginar su solidaridad, en estos momentos tan trágicos, con los sufrimientos de sus paisanos murcianos.
Ian Gibson
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